Lectura desde el arcano VI: el poeta como casamentero

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Y eso es lo que un poeta
es, niños, alguien que crea
relaciones sacramentales
que duran para siempre.
Kenneth Rexroth
En el V está el sacerdote; en el VI el enamorado. El sacerdote tiene a dos hombres de espaldas, con sombreros de paja, frente a él y con actitud pasiva. El sacerdote, se piensa, les está comunicando algo en forma de enseñanza. Pero también los está casando: está compartiendo con los campesinos una vivencia única que los liga en un instante eterno. El papa no controla este mensaje sobrenatural, sino que sólo lo ha captado del mundo y puede comunicarlo, sin plena consciencia de lo que hace. Habla con la voz de una doctrina viva, constantemente móvil, pero que no es suya propiamente.
Funciona como un canal, un puente que trae a la presencia lo imposible. La diferencia con la papisa es que ella comunica una doctrina pura, no vivida y por lo tanto más universal: la fe, que existe más allá de toda presencia. La papisa y el papa no representan a personas reales, puesto que no pueden comunicarse a sí mismos. Si representan a alguien, lo representan en tanto deja de ser sí mismo para abrir paso a otra cosa. Pero si bien la doctrina pura puede sostenerse a sí misma, valer como pura relación de ideas y mantenerse abierta, como un regalo, para todo quien quiera entrar, la doctrina viva del sacerdote se comunica a través de las personas, y genera automáticamente una jerarquía en el sentido más propio del término: la autoridad de lo sagrado por sobre lo profano.
El sacerdote necesita la jerarquía para desenvolver la enseñanza. Él podría intentar diluir esta jerarquía: pero no lo hace, porque no es real. Lo real aparece en esta carta representado por los campesinos. Ellos viven esta experiencia de aprendizaje común y por tanto tienen una hermandad. A partir de esta hermandad se crea un casamiento, que es la carta siguiente, la del enamorado o los enamorados. Esta relación está presidida por un ángel, al igual que en la carta del juicio. Este ángel es el poeta, el que casa. Poiesis es creación, y esta creación es siempre creación de lazos.
(En el juicio, por extraño que parezca, no hay una relación jerárquica entre el cielo y la tierra. Lo mismo sucede con el resto de las cartas astronómicas, después de la torre, en la que se perturba la cadena de mando de la existencia. En estas cuatro cartas (estrella, luna, sol, juicio) existe una simbiosis entre lo de arriba y lo de abajo: en el juicio consiste en el vínculo del cielo con la tierra. La tierra no es totalmente pasiva: ella es llamada con una trompeta por el cielo, para realizar la unión, el casamiento definitivo. El cielo se decide a llamar a la tierra y la tierra acepta ese llamado. Todo es el resultado de un cortejo. El arcano XX es el encuentro de dos ruedas, de dos órdenes diferentes.)
La carta del enamorado tiene dos interpretaciones que no se ponen de acuerdo. Puede ser un hombre que está dudando entre dos mujeres, representando así el momento previo a la elección; o puede ser un casamentero que está uniendo a una pareja, representando la elección en su consumación. Pero podría haber otra, considerando que la unión no es entre dos sino entre tres. La experiencia de lo común hace que el amor no pueda quedar en dos. Esta carta está más relacionada con el tres de copas, la celebración, que con el 2, que es propiamente la carta de “los enamorados” en un sentido de pareja. El sexto arcano es lo que lleva al amor a expandirse, porque en un casamiento no se casan 2, sino que se casan familias, o más bien, mundos. casar es también una forma de acercar, gradualmente, dos realidades muy lejanas, dos ideas o vivencias que están muy lejos de encontrarse y que a través de otros casamientos llegan a cruzarse los ojos.
El ángel, lo sobrenatural, es quien verdaderamente casa. El poeta sólo debe actualizar, como el sacerdote, ese acto sagrado de unión, y al hacerlo se sumerge él mismo en la unión que genera. Dice Kenneth Rexroth en su “Carta a William Carlos Williams”: Y eso es lo que un poeta / es, niños, alguien que crea / relaciones sacramentales / que duran para siempre. Lo que nos sorprende de un poema es siempre un lazo creado entre algo y algo, una relación impensada pero, desde ahí, pensable, y la sensación poderosa de que el vínculo entre dos o más elementos del mundo puede modificar la visión total que tenemos de él. Claramente estas relaciones sacramentales no son exclusivas, pero de nada nos sirve apelar a la intuición de que “todo está ligado con todo”. La importancia del vínculo no está en su existencia, sino en la atención que le prodigamos. Así, los vínculos posibles, aunque infinitos, se reducen a aquellos que podemos contemplar con pureza.
Esta atención, el respeto que le tenemos a cada relación sacramental, puede aplicarse también a la lectura del tarot. Losdibujantes de los distintos mazos ponen elementos en relación y nosotros los leemos, fijándonos más en unos que en otros, relacionándolos entre sí nuevamente, creando matrimonios de matrimonios. Interminable interrelatividad que puede llevarnos fácilmente al vacío de la melancolía, en el que el mundo es sólo signos que remiten a signos. Para no caer en ello, hemos de partir al revés: lo infinito es lo dado, así que dirijámonos a lo finito. Sacramentemos lo sencillo con lo sencillo, que el mundo ya nos espera eternamente allí.
Felipe Kong
Licenciado en Filosofía y Magíster (c) en Filosofía en la Universidad de Chile
(Reflexión sobre «Arcano los Enamorados» del 24 de julio del 2013)